Bueno, pues ya está. Tras la presión mediática de ciertos grupos de interés (Marca, Cope y el blog de Alber), Calderón ha dimitido. Cierto es que ha cometido fallos graves (sobre todo a raíz de la presión a la que le sometían ciertos sectores de la prensa), pero para mí no es, ni de lejos, menos mafioso que sus predecesores: sólo que como no caía bien, se le han cargado y denigrad su imagen para allanar la vuelta del miserable de Florentino. Pienso que si otros presidentes hubieran sufrido la mitad de investigaciones y acosos que éste señor de Palencia que se metió en unos fregados demasiado complicados para él, nos hubiéramos enterado de cosas aún más graves que meter a 10 amigos en una Asamblea.
Desde el Marca se jactan de haber conseguido tumbarle, desde el As han tenido una postura más neutral y desde Barcelona se ríen del esperpento magnificado por la prensa madrileña. Pero dentro de la prensa culé he encontrado un artículo muy interesante de Martí Perarnau (en el Sport!) que se desmarca del cachondeo general (y lícito) desde Barcelona con la imagen dañada del Madrid.
¿Mi opinión? El Madrid (y otros muchos grandes clubs) a nivel de cúpula lleva siendo desde hace años una casa de putas, sólo que ahora lo airean para cargarse al que no gusta. Da vergüenza ajena... Como vuelva Florentino sería para cagarse, pero de miedo.
A ver que os parece.
Dinero, poder y venganza,
tres 'serpientes' en el palco
del Bernabéu
El último presidente del Madrid que logró salir con dignidad y honor del cargo fue Luis de Carlos, allá por 1985. De Carlos fue un hombre esencialmente bueno y el primer presidente madridista elegido democráticamente por sus socios. Su balance deportivo quizás no fue inmejorable, pero dejó un legado exquisito en educación, modales y buena gestión. Desde su marcha, el palco del Bernabéu ha sido pasto de los vándalos y nadie ha logrado salir de él con su reputación intacta. Incluso dos de ellos (Fernando Martín y Luis Gómez-Montejano) ni siquiera merecen el privilegio de ser mencionados como tales en la web oficial del club, pese a haber ejercido el cargo tras la marcha de Florentino Pérez. El último en caer es Ramón Calderón, víctima de “la maldición del faraón”.
¿Qué es la maldición del faraón? Es la maldición que lanzó Florentino Pérez cuando su galaxia se estrelló contra la realidad, cuando sus fantasías de reinventar el fútbol chocaron frente a la tozudez de los hechos. Florentino Pérez, el hombre que exprimió hasta las heces la capacidad de hacer negocios en el palco, quizás olvidará algún día la afrenta que el fútbol le infligió, pero nunca perdonará la traición de Ramón Calderón, el don nadie de su directiva. Por eso, Calderón es hoy el oso abatido en el palco de los negocios.
¿Por qué? ¿Por qué Calderón ha sido el oso a cazar, la cabeza que cortar, el pescuezo que rebanar en este Madrid despiadado y cruel? En la superficie, porque el propio Calderón ha cavado su fosa con errores hilarantes, múltiples, vanos o descomunales, pero esa sería apenas una parte de la explicación, la visible y externa. Son errores tan conocidos que les ahorro su relación, pues componen una lista gigante, desde Vlade Divac hasta el esperpéntico casting entre Huntelaar y Lass Diarra por una plaza de Champions, pasando por la reciente asamblea falsificada y mil episodios infamantes. Ahorremos la lista y buceemos hasta las profundidades de esta cacería. ¿Qué encontramos en ese fondo submarino de la casa blanca?
Ay, amigos. Ahí aparecen las tres grandes serpientes: dinero, poder y venganza. Tres serpientes que han tenido su morada en el palco del Bernabéu desde el mismo día en que Luis de Carlos lo abandonó. Más de veinte años viviendo en los mullidos sillones de cuero han desatado la voracidad de esas serpientes que ahora mismo sólo obedecen las órdenes de los dos grandes popes del Madrid post-moderno: Florentino Pérez y Pedro Jota Ramírez, curiosa coincidencia de intereses. El dinero, el poder y la venganza han tumbado a Calderón.
Florentino abandonó el club una noche lluviosa de marzo de 2006, amargado por el fracaso final de su proyecto galáctico, con los futbolistas desobedeciendo sus reglas y los entrenadores estrellándose sin cesar. Se fue mucho más rico de lo que era cuando llegó (once veces más, en concreto), pero mucho más amargo de lo nunca imaginó. “Hasta nunca”, se le oyó murmurar, harto de egos malcriados, caprichos volubles y de que la afición no reconociera esa categoría infalible de “ser superior” en que le ubicó Butragueño cierta noche de locuacidad. También Florentino creyó dejar atado el futuro cuando designó a Fernando Martín como sucesor temporal, pero el candidato quiso volar solo y fue aplastado en días.
Las inevitables elecciones debían servir para que Florentino mandase sin presidir, por persona interpuesta, pero hete ahí que ya todos conocían los trucos del voto por correo, la pillería se había extendido y hasta el más novel sabía manejar las sacas. Calderón, eterno aspirante a reventar asambleas ajenas, apenas había sido el chico de los recados del constructor millonario pero quiso volar solo hacia la gloria y en la calurosa tarde del 2 de julio de 2006 se convirtió en presidente a la vez que en traidor a Florentino, lo que iba a marcar decisivamente su futuro inmediato. La venganza.
En una celebrada confidencia nocturna, el escritor Ferran Torrent me confesó: “Florentino es un tipo peligroso porque nunca le ves venir...”. En cambio, a Pedro Jota Ramírez siempre se le adivinan los movimientos, de ahí que tardara poco en lograr que su mano derecha en el periodismo, Melchor Miralles, treinta años a su lado, se incorporara a la directiva de Calderón en la que militó hasta hace tres meses, a mediados de octubre pasado. ¡Cuánta casualidad! Pocos días después conocimos que los resultados económicos del grupo empresarial de Pedro Jota (Unidad Editorial), editor de El Mundo y Marca entre otros, eran malos, pésimos. Caída de ventas en El Mundo y aún mayor caída en la difusión de Marca. Importante hundimiento de ingresos, incremento de las pérdidas e incluso estrepitoso derrumbe del EBITDA, hundido un 67%. Había que hacer algo para remontar.
Y a través de Marca y del desencuentro de Melchor Miralles se topó con Calderón. Pieza fácil y a la vez suculenta. El gran aliciente para subir las ventas de su diario deportivo. Y una pieza que redondea varias operaciones: hace ya tiempo que la COPE, el hogar matinal de Pedro Jota, le aplica el bisturí sin anestesia a Calderón. Y que Marca tiene un acuerdo explícito con La Sexta para autopromocionarse mutuamente al grito de “¡Viva el fútbol gratis!” para acabar con Digital +, el obstáculo que La Sexta y Mediapro, quieren eliminar para rentabilizar los derechos televisivos. Para Pedro Jota, es el santo grial de su enemigo eterno: Polanco y sus herederos. Así que la alianza de gente que habita en polos opuestos era inevitable.
El director de La Sexta es Antonio García Ferreras, el que fuera insigne y brillante director de comunicación de Florentino en el Madrid, y ese es el pegamento final entre el constructor y Pedro Jota, el cemento que une a las tres serpientes. Sí, porque en plena batalla por la explotación televisiva, Calderón no se alinea con La Sexta, sino con Digital+, con el Grupo Prisa. No cede ante Mediapro, como tampoco cedió cuando Esperanza Aguirre presionó para que los comprara Telemadrid. Mala enemiga la presidenta de la Comunidad de Madrid, en especial si ya tienes como enemigos a Pedro Jota y sus periódicos más Florentino y sus hombres.
Por supuesto, los medios del Grupo Prisa no hicieron sangre con Calderón, quien incluso acababa de fichar como director de comunicación del Madrid a Alejandro Elórtegui, desde hace once años en el diario As. Pero demasiado preocupados por otras cuestiones más trascendentales, los sucesores de Polanco dejaron caer a Calderón sin pelear esta vez contra los puñales de Pedro Jota. Cuestión de pragmatismo también: Calderón estaba condenado desde la misma noche de su elección.